Todo tipo de empresas en cualquier sector ha empezado ya, o debería haber empezado, una carrera por la recopilación de datos. Independientemente de como construyan sus servicios, las empresas hoy buscan basar su estrategia en los datos. Como punto de partida lógico han comenzado a recopilarlos de las interacciones de sus propios clientes.
Por supuesto, con el conocimiento y consentimiento de estos, que generan una huella digital con su actividad. La Unión Europea lleva tiempo reflexionando sobre ello a partir de La iniciativa Building a European Data Economy, junto con el reglamento que regula la libre circulación de datos no personales, pero también las novedades legislativas en materia de privacidad (GDPR), pretendiendo fomentar la innovación en la libre circulación de datos, a la vez que se da garantías a los ciudadanos sobre su información personal.
Comprender y resolver
Como usuarios de servicios digitales dejamos una huella. Para que esta huella conforme una imagen fiel de nuestras preferencias, debe recoger multitud de datos diferentes. En caso contrario nuestra identidad digital no será completa o no estará adecuada a la realidad, pues sólo estará basada en unas determinadas acciones. Podría ocurrir en este caso que recibiéramos información para visitar un país en el que ya hemos estado, o de un producto que ya hemos adquirido. Cuando más completa sea la imagen digital de la persona, más acertado será el diagnóstico.
Otra preocupación a la que se busca dar solución es el beneficio que los gobiernos pueden conseguir de la información que está en manos de empresas privadas. Estos datos pueden ayudar a mejorar la gestión pública si pensamos en formación o sanidad. El perfil digital sería muy útil tanto para entidad pública como para usuarios. Por supuesto perfectamente regulado. En este sentido, la Comisión Europea está trabajando en crear un mejor marco legal, técnico y económico de cara a fomentar este trasvase de información intersectorial.
