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El valle inquietante, o valle inexplicable, es un fenómeno originado por la evolución de la robótica. Se trata de una hipótesis, cada vez más fundamentada, del área de la robótica y la animación 3D, que asegura, que cuando dichos robots se asemejan al extremo a nosotros en apariencia y comportamiento, instintivamente nos producen una sensación de rechazo.
La perfección de la robótica
La hipótesis tiene su origen hace más de cinco décadas, exactamente en el año 1970. Formulada originalmente por el profesor especializado en robótica Masahiro Mori, con el nombre ‘Bukimi no Tani Genshō’, asegura que a medida que la apariencia de un robot es más humana nos proporciona una emoción positiva.
Existe un determinado grado de ‘humanización’ en el
que el rechazo y la repugnancia se manifiestan
El robótico japonés casi centenario, de 95 años de edad, afirmó que, a pesar de la tendencia anteriormente descrita, existe un determinado grado de ‘humanización’ en el que entra en juego el famoso ‘valle inquietante’. Tras ello, toda esa tendencia pega un vuelco y se invierte, dando paso al rechazo y la repugnancia.

¿Cuáles son los motivos de este rechazo?
No hay una afirmación precisa ni contundente. No obstante, varias hipótesis apuntan a que nuestros mecanismos evolutivos enfocados en asegurar la supervivencia de la especie humana se interponen entre nuestros sentimientos de afección sobre estos robots.
La primera de ellas se basa en la elección de la pareja. Sugiere que de forma instintiva nuestro cerebro descarta a estos robots debido a que reconoce que no son seres fértiles que vayan a continuar nuestra línea evolutiva.
Enfocada en algo muy similar, otra hipótesis indica que tenemos la habilidad de detectar alteraciones de carácter negativo en otros humanos. Estas distorsiones presentes en los robots nos causan rechazo debido a que las asociamos con enfermedades físicas o psicológicas.
La creadora de esta hipótesis, Thalia Wheatley, sugiere que la sensación de aversión ante algo que se asemeja en gran medida a algo humano, pero que al mismo tiempo da claros indicios de que no lo es, desarrolla un mecanismo de defensa natural contra la idea de enfermedades o muerte.
¿Desaparecerá en algún momento este fenómeno robótico?
La pregunta es clara y la respuesta debería serlo: Sí. El factor determinante de este acontecimiento recala en el hecho de no apreciar sentimientos ni comportamientos humanos en estos robots. Por ello, en el momento en el que la tecnología avance tanto como para conseguir que estos androides sientan, padezcan y vivan a nuestra imagen y semejanza, ya sea en 50 años o en 500 años, podremos decir que el ‘valle inquietante’ es historia. ¿Llegaremos a presenciarlo? La carrera tecnológica lo dirá.